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A tu lado huele a canela


Hay canciones que no se cantan: se recuerdan. Y libros que no se leen: se acompañan.

Hoy, mientras suena Los Secretos en la cocina, el Niño que huele a canela vuelve a caminar. No por las calles del olvido, sino por los pasillos donde aprendió a sobrevivir.

La canela no cura. Pero acompaña. Como esa canción que te sabe a infancia, a pan duro y alma tierna, a cuchillos que no cortan y abrazos que no llegaron.

Este libro no se lanzó. Se abrió como una puerta. Y detrás, había una carta, una ramita de canela, y una canción que decía:

“No me imagino la vida sin ti…”

Gracias por estar a  mi lado  Por leerlo sin prisa. Por entender que este niño no se vende: se comparte.



🌿 Hoy el niño que huele a canela se despertó temprano



Hoy me desperté con el aroma de la canela en la memoria. No venía de la cocina, sino de un recuerdo. De esos que no hacen ruido pero se quedan a vivir en el pecho.

Pensé en el niño que fui. El que se escondía en los pasillos del centro, el que fregaba ollas para no llorar, el que soñaba con una cocina propia mientras merendaba pan duro con chocolate. Ese niño aún me habita. Y hoy, más que nunca, lo escucho.

El niño que huele a canela no es solo un libro. Es una forma de decir: “Estoy aquí. Sobreviví. Y tengo algo que contar.” Es mi manera de tender la mano a quienes crecieron entre silencios, a quienes aprendieron a amar desde la ausencia, a quienes aún buscan un lugar donde sentirse vistos.

Hoy quiero agradecer a quienes ya lo han leído, a quienes se han emocionado, a quienes me han escrito diciendo: “yo también fui ese niño”. No hay mayor regalo que ese espejo compartido.

Y si aún no lo has leído, no pasa nada. El niño canela no tiene prisa. Te espera con una taza de café, una historia entre las manos y un abrazo sin palabras.

Gracias por estar. Gracias por leer. Gracias por ver al niño.

DMA 

SE VA NOTANDO LA ESENCIA


 

El niño sigue caminando

Hoy el aire tiene memoria. No es solo otoño: es el susurro de una infancia que no se olvida, el eco de un niño que huele a canela y camina descalzo por los pasillos del alma.

Me despierto con la certeza de que cada gesto puede ser un ritual. Encender una vela. Doblar una carta. Ponerle nombre a lo invisible.

En la cocina, el café se mezcla con el aroma de los aceites que preparé ayer. Canela, lavanda, un toque de naranja amarga. Cada frasco es un conjuro, cada gota, una página del libro que aún no he escrito.

Hoy escribo para recordar que Mundo Canela no es solo un universo literario. Es una forma de estar en el mundo. De mirar con ternura lo que otros llaman rutina. De convertir lo cotidiano en ceremonia.

He recibido mensajes de personas que quieren colaborar, que sienten que este niño también vive en ellas. Y me emociona. Porque cuando compartimos rituales, no solo creamos arte: creamos comunidad.

Así que este blog es una invitación. A oler, a sentir, a escribir. A ritualizar lo que duele y lo que sana. A seguir expandiendo este universo que nació de una cicatriz con sabor a canela.

Gracias por estar. Hoy, como cada día, el niño sigue caminando. Y deja un rastro dulce en cada palabra.


GRATA SORPRESA

Ya tiene casa.


El Niño que huele a canela
ha encontrado editorial. No se lanza. Se acompaña. Gracias a quienes creen en los libros que no gritan, en los gestos pequeños, en la ternura que se comparte.

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