Hay canciones que no se cantan: se recuerdan. Y libros que no se leen: se acompañan.
Hoy, mientras suena Los Secretos en la cocina, el Niño que huele a canela vuelve a caminar. No por las calles del olvido, sino por los pasillos donde aprendió a sobrevivir.
La canela no cura. Pero acompaña. Como esa canción que te sabe a infancia, a pan duro y alma tierna, a cuchillos que no cortan y abrazos que no llegaron.
Este libro no se lanzó. Se abrió como una puerta. Y detrás, había una carta, una ramita de canela, y una canción que decía:
“No me imagino la vida sin ti…”
Gracias por estar a mi lado Por leerlo sin prisa. Por entender que este niño no se vende: se comparte.




