Hay preguntas que no se responden con palabras, sino con un suspiro. Cierra los ojos un instante y viaja conmigo: ¿a qué olía la cocina de tu infancia? ¿Qué perfume tiene el recuerdo de la primera lluvia de septiembre? ¿A qué huele un abrazo de los que curan el alma?
Vivimos rodeados de aromas que son, en realidad, mapas invisibles. Pequeños hilos de olor que nos conectan directamente con un lugar, una persona o una versión de nosotros mismos que creíamos olvidada. Una fotografía puede mentir o desvanecerse, una palabra puede perder su significado, pero un aroma es un ancla directa al corazón de la memoria. No se puede discutir con él. Cuando llega, te desarma.
El olor a tierra mojada, a libro viejo, a café recién hecho, a la piel salada después de un baño en el mar… Son portales. Llaves maestras que abren habitaciones cerradas de nuestro pasado, estancias donde todavía resuenan las risas que fueron, donde el tiempo parece haberse detenido para guardarnos un trozo de felicidad.
El Mundo Canela nació de esa certeza: la de que un aroma puede ser un hogar. Para mí, la canela no es solo una especia; es el perfume de la memoria, el eco de un niño que descubrió que la ternura y la identidad también podían olerse. Es el hilo dorado que cose mi historia, uniendo al chiquillo que fui con el hombre que hoy escribe. Es mi forma de decir que, aunque el mundo gire deprisa, hay lugares sagrados que permanecen intactos dentro de nosotros.
Por eso, te invito a detenerte. A respirar hondo, a prestar atención a esos susurros que flotan en el aire. Quizá descubras que tu vida también tiene una banda sonora hecha de aromas.
Encuentra la tuya. Descubre cuál es ese perfume que te cose el alma a la memoria.
Quizá, sin saberlo, tú también hueles a canela.
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