Hay días que no necesitan grandes gestos.
Basta con el olor a café recién hecho, una silla cerca de la ventana y la sensación de que, por fin, el mundo se ha detenido un instante.
A veces pienso que la vida, cuando deja de correr, se parece a los libros que uno escribe: lenta, reflexiva, con silencios que dicen más que cualquier palabra.
Quizá por eso El niño que huele a canela nació del fuego lento de las memorias.
Y El sabor de las cicatrices, de la necesidad de entender que las heridas también pueden oler a hogar.
No hay prisa.
Cada lector los descubrirá a su ritmo, como quien abre un cajón antiguo y encuentra una carta amarillenta, una foto doblada o una canción que creía olvidada.
Hoy solo quiero decir gracias.
Por quienes ya los habéis leído, por quienes los recomendáis, por quienes esperáis el momento de tenerlos entre las manos.
Están ahí, en Amazon, esperándoos como un trozo de vida compartida.
Porque los libros, cuando son sinceros, no se leen: se habitan.
📚 El niño que huele a canela – A fuego lento
📚 El sabor de las cicatrices
🛒 Disponibles en Amazon, bajo el sello DMA / CANELA
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