Cuando miro esta foto, veo más de lo que cualquier otra persona podría ver. Veo al niño que aprendió a sonreír aunque por dentro temblara. Veo las preguntas sin respuesta: ¿Por qué yo? ¿Dónde está mi lugar? ¿Alguien me recordará cuando ya no esté aquí?
Veo también la semilla de lo que vendría después.
La necesidad de contar, de escribir, de dejar huella. Porque cuando eres un niño invisible para el mundo, lo único que te queda es convertirte en tu propio testigo. Y eso hice. Empecé a escribir mucho antes de saber que me convertiría en escritor.

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