El silencio que también cuenta
Hay días en los que no hace falta una gran historia para escribir, basta con escuchar el propio silencio. Ese silencio que acompaña cuando uno repasa lo vivido, cuando mira hacia atrás y reconoce en aquel niño —el que olía a canela— la raíz de todo lo que hoy sostiene la vida.
Esta mañana he pensado en él. En su forma de esperar sin perder la esperanza, en su capacidad de imaginar un futuro aun cuando el presente era estrecho. Y me he dado cuenta de que, aunque el tiempo haya pasado, sigue guiando mis pasos. No con palabras, sino con esa intuición que nace de haber aprendido a sobrevivir con poco.
Escribir sobre él es escribir sobre mí, pero también sobre todos los que alguna vez se sintieron fuera de lugar y aun así continuaron. La literatura me ha enseñado que cada cicatriz tiene su ritmo, su manera de hacerse visible, su temperamento. No todas duelen igual, pero todas empujan hacia adelante si uno sabe escucharlas.
Hoy elijo honrar ese silencio que también cuenta. Ese espacio íntimo donde uno se reconcilia con su pasado y comprende que la verdadera fortaleza no viene de lo que mostramos, sino de lo que hemos tenido que aprender a callar.
A veces basta una memoria, una canción de Los Secretos o el olor a algo que ya no existe. Y en ese instante, uno vuelve a ser aquel niño que soñaba con una vida tranquila, rodeada de los suyos.
Quizás hoy no haga falta más.
Solo recordar de dónde vengo para entender hacia dónde quiero seguir caminando.
DMA

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