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El aroma que todo lo nombra

Hoy el calendario me recuerda algo profundo: es el Día Universal de la Infancia , ese día en que el mundo entero se detiene para pensar en los niños que fuimos, en los niños que son, en los niños que merecen un mundo más cálido. Y yo, desde este rincón de memoria y canela, no puedo evitar sentir que cada palabra que escribo es un abrazo a ese niño que aún vive en mí, el que huele a canela, el que guardaba secretos en los bolsillos y miraba el mundo con los ojos abiertos de par en par.​


Hoy celebro a San Edmundo , el rey justo que eligió la fidelidad por encima de todo, ya San Félix de Valois , el que dedicó su vida a liberar cautivos. Pienso en cómo la infancia misma es una especie de cautiverio hermoso: estamos atrapados en un tiempo que no volverá, en olores que nos persiguen, en sabores que nos definen. Y sin embargo, esa jaula de recuerdos es también nuestra mayor libertad, porque nos enseña quiénes somos.​


Hoy, en el Mundo Canela , el aire huele a hogar. Huele una infancia rescatada, una verdad emocional, a esos pequeños gestos cotidianos que construyen una vida entera. Pienso en los niños de Villa Nueva de la Fuente, los que corrían por las calles de tierra mientras el aroma de la canela se colaba en cada rincón de la memoria. Pienso en cómo niños esos —todos ellos, todos nosotros— merecemos ser recordados, celebrados, protegidos.​


La infancia no es sólo un tiempo pasado. Es un territorio al que podemos regresar cada vez que cerramos los ojos y dejamos que los aromas nos guían de vuelta a casa. Hoy celebro a ese niño que fui, al niño que soy, al niño eterno que habita en cada página de este universo narrativo. Porque el tiempo es fuego lento , y la memoria, canela que endulza todo lo vivido.


Bienvenido al Mundo Canela .



DMA

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