Hay días en los que uno siente que el barrio respira distinto. Que las calles, aun siendo las mismas, guardan un rumor de expectativa. Hoy he salido temprano, con el aire fresco de noviembre tocando la cara, y he visto cómo Reus despertaba despacio, con esa mezcla de rutina y esperanza que solo tienen los lugares que llevan historia a cuestas.
En estos últimos meses he aprendido que volver a levantar un proyecto —un bar, un libro, una vida— exige paciencia, respeto por lo que ya fue y una mirada firme hacia lo que debe venir. El PROYECTO REDDIS es un ejemplo claro de ello. en breve iré dando mas detalles, No se trata solo de abrir una puerta y encender la cafetera; se trata de devolverle al barrio un punto de encuentro, un motivo para detenerse un momento, un lugar donde la comida hable de casa y donde cada gesto se haga con cariño
Un bar no es solo un negocio. Es memoria, conversación, olor a sofrito, y esa forma tan catalana de entender la vida alrededor de una mesa sencilla. Estamos trabajando para que el Reddis vuelva a ser eso: un refugio de barrio, auténtico, cálido, sin artificios. Un bar donde el vermut tenga banda sonora y los esmorzars de forquilla vuelvan a recordarnos quiénes somos.
Mientras preparo las cartas, las imágenes, los textos y cada detalle de la reapertura, pienso en todas las veces que la vida me obligó a frenar, reinventarme y volver a empezar. Quizá por eso este proyecto me toca tan de cerca. Porque sé lo que significa reconstruir con respeto, sin prisa, y con la serenidad de quien ya no necesita demostrar nada… solo hacer las cosas bien.
Hoy escribo este blog para dejar constancia de ese sentimiento:
hay proyectos que se levantan con las manos, y otros que solo se levantan con el alma.
El Reddis pertenece a los segundos.
Nos vemos pronto en la barra, en la mesa de vermut o en esas mañanas donde el ruido de cuchara y sartén marca el pulso del día.
Con afecto y trabajo honesto,
El Niño Canela (DMA)

No hay comentarios:
Publicar un comentario