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EL FINAL DEL VERANO

El verano se despide despacio, como si no quisiera marcharse del todo. Las calles guardan aún el eco de las risas y los pasos ligeros, pero la luz empieza a doblarse distinta, más suave, más corta. El niño que huele a canela siente que cada cambio de estación trae consigo un recuerdo, como si el aire mismo supiera contarle secretos que no deben olvidarse.

Hay finales que pesan y otros que alivian. El de agosto siempre se parece a un cuaderno en blanco que espera ser escrito. Quizá porque septiembre anuncia un nuevo comienzo, o porque nos recuerda que, aun con las cicatrices del tiempo, la vida sigue ofreciéndose en presente.

Hoy, entre olor a canela y aire de despedida, el niño mira al horizonte con calma. Aprende que lo importante no es retener lo que se va, sino agradecer lo vivido y abrir espacio a lo que llega.


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