Hoy es jueves.
Y los jueves, me acuerdo de las despedidas.
En los centros tutelados, los jueves eran días raros. No eran viernes de visita, ni lunes de rutina. Eran días donde el tiempo se arrastraba por los pasillos, oliendo a lejía, a ropa húmeda, a silencio. Kuky decía que los jueves eran como los hijos del medio: invisibles pero necesarios.
Esta mañana, al remover la leche, una chispa de canela me saltó en la mano. Me reí. Porque todavía, después de tanto, la canela me habla. Me dice que sobreviví. Que sigo aquí. Que soy más que la suma de mis cicatrices.
Hoy es jueves 14 de agosto y tengo ganas de bailar.
No porque todo esté bien. Sino porque ya no me escondo del espejo.
Porque cada página que escribo es un abrazo al niño que fui.
Porque no necesito pedir perdón por ser quien soy.
Si estás leyendo esto, y también sobrevives tus propios jueves, te abrazo.
Con palabras, con olor a cocina, con la música bajita de fondo.
Hoy mi alma huele a canela.
Y la tuya… ¿a qué huele hoy?

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