🪡 El cajón de los manteles bordados
Había un cajón en casa que casi nadie abría.
No tenía cerradura, pero sí algo más fuerte: el respeto.
Dentro dormían los manteles bordados de la abuela, con iniciales deshilachadas y flores que parecían pintadas por el tiempo.
Ese cajón olía a almidón, a casa limpia los domingos por la tarde, a las manos que ya no están.
Cuando era niño me gustaba abrirlo a escondidas, meter la cara entre los paños como quien se asoma a un mundo secreto.
Aquel aroma a lino antiguo y lavanda me enseñó que no todas las memorias son ruidosas.
Algunas huelen a descanso.
A sobremesa.
A canela.
Recuerdo especialmente uno: blanco con bordes celestes. Lo usaban solo en ocasiones especiales. Cuando alguien importante venía. O cuando, sin decirlo, nos hacíamos falta.
Sobre él descansaban platos de loza, jarritas de leche templada y rebanadas de pan con mantequilla y azúcar.
No era una fiesta, pero lo parecía.
Hoy he vuelto a sacar ese mantel. Está un poco más frágil. Como yo.
Lo he puesto sobre la mesa con cariño. He preparado una merienda sencilla.
Y he pensado que los manteles no son para guardarlos.
Son para contar historias en voz baja.
Con las manos ocupadas.
Y la boca llena de infancia.
🥣 Receta: Pan con mantequilla tostada y azúcar
Ingredientes:
4 rebanadas de pan del día anterior
2 cucharadas de mantequilla (a temperatura ambiente)
2 cucharadas de azúcar
Opcional: una pizca de canela o ralladura de limón
Preparación:
1. Tuesta ligeramente las rebanadas en una sartén o tostadora.
2. Úntalas con la mantequilla mientras aún están calientes.
3. Espolvorea azúcar por encima (y un toque de canela si quieres).
4. Si te animas, pasa las rebanadas unos segundos por la sartén, con el azúcar hacia abajo, hasta que caramelice.
Sírvelas sobre un mantel viejo.
Con una infusión.
Y un poco de silencio.

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