Los domingos no están hechos para correr.
Están hechos para escuchar el silencio, para ordenar los recuerdos con cuidado y para dejar que el tiempo haga su trabajo sin prisas.
El Niño que huele a canela aprendió pronto que no todo se cocina a fuego fuerte. Hay días —como hoy— en los que la vida pide pausa, respeto y una mirada limpia hacia dentro. No es rendirse; es entender el ritmo natural de las cosas, como hacían antes nuestros mayores, cuando el domingo era casi sagrado.
Hoy es un día para aceptar lo que hay. Para agradecer lo que permanece. Para no exigirle al cuerpo ni al alma más de lo que pueden dar. El descanso también es una forma de valentía.
Que este domingo sea un lugar seguro.
Que sea una mesa sencilla, una ventana abierta, una canción antigua sonando bajito.
Que sea canela: discreta, cálida, honesta.
Mañana ya vendrá con sus obligaciones.
Hoy basta con estar.
Con respeto.
Con memoria.
Con calma.
— DMA
El Niño que huele a canela
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