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Donde empieza el olor a canela



No siempre sabes cuándo empieza un recuerdo.
A veces es solo una brisa que atraviesa la ventana, un hilo de olor que se cuela entre las cosas cotidianas y lo cambia todo.
Hoy, mientras el agua hervía y el reloj parecía dormido, ha vuelto ese aroma antiguo: la canela del niño.

No hablo del niño que fui, sino del que me mira desde algún rincón del pasado, con las rodillas sucias y los ojos llenos de hambre.
Él no entiende de libros ni de ventas, ni de presentaciones en centros culturales.
Solo quiere saber si el mundo todavía huele igual que antes.

Y me he dado cuenta de que sí.
De que el olor sigue ahí, escondido entre las páginas, entre los fogones, en cada historia que aún no me atrevo a escribir.

Quizá por eso el Niño Canela no es solo un personaje, sino una brújula.
Cuando me pierdo, él aparece.
Cuando dudo, él cocina.
Cuando callo, él escribe con el olor.

Hoy no vengo a anunciar nada.
Solo a decirte que sigo oliendo a canela, aunque el mundo cambie, aunque la vida corra demasiado.
Y que en ese aroma, todavía encuentro casa.


🕯️ DMA


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